UA-38423070-2

lunes, 14 de noviembre de 2011

Mspe con dos niños adoptados. Testimonio

Os traigo el testimonio en primera persona de Madre de Marte , compañera mspe y que escribe un blog en el que trata de la monoparentalidad y la adopción. Se lo agradezco mucho!

Cuando era pequeña y pensaba el año 2000 (yo tendría 28 años), me imaginaba casada, trabajando, viviendo en un piso del barrio de Gracia y con dos hijos pequeños.
Quería hijos desde aquel verano en que llegué a Menorca, y conocí a A., un niño de 4 meses, hijo de una amiga de mi madre que fue, curiosamente, la primera madre soltera que conocí (el padre era un amigo con el que no convivió nunca, y en aquella época fue un escandalazo: sus padres llegaron a negarle la entrada en su casa).
Pero yo no me imaginaba como madre soltera: me imaginaba una familia convencional, con pareja (con marido) e hijos. Y quería ser madre joven, quizás porque fui hija de padres jóvenes…
Me emparejé joven, me fui a vivir joven con mi novio… y me separé joven. Justo en la época en la que empezábamos a buscar un hijo en común. Fue entonces cuando me di cuenta de que me horrorizaba que aquel chico se convirtiera en el padre de mis hijos.
Tenía 26 años.
A pesar de que la decisión la tomé yo, fue dura. Y reconstruir mi vida, más todavía. Me di cuenta de todo a lo que había renunciado por él: había hecho míos sus amigos (o las novias de sus amigos), sus planes de vida, sus costumbres, sus bares de copas, hasta su familia. Así que me sentí como si empezara de cero. No fue fácil, pero fue muy enriquecedor, muy gratificante.
Llegó el año 2000 y yo no tenía marido, ni hijos, ni piso en propiedad… eso sí, vivía en Gracia. Y trabajaba en algo que me encantaba.

Y cuando llegué a los 30, me di cuenta de que mi vida me gustaba. Mi trabajo, mis libros, mis amigos, mi barrio, mis viajes. Y que empezaba a apetecerme tener un hijo. “Igual es un arrebato – me dije – esperate un año”.
Y un año más tarde, lo tenía más claro todavía.
Mi primera opción fue la reproducción asistida. Quizás porque había vivido la experiencia de adopción, muy dura, de unos amigos; quizás porque siempre había esperado que mis hijos crecieran en mi vientre.
Llegué a visitar varias veces una clínica de reproducción asistida, y no me gustó lo que vi. El dinero que se iba en cada visita. La disponibilidad que se me exigía – estar a horas fijas en días concretos, ¿cómo me organizo en el trabajo para hacerlo? El paternalismo del médico. La incertidumbre del resultado.
Yo no necesitaba que mis hijos llevaran mis genes, me dije. Y aún así, lloré por la pérdida de ese bebé que no crecería en mi vientre. Tres cosas me parecieron dolorosas: no poder acunarlo siendo un bebé, no llevar ropa de embarazada y no escoger su nombre.
Y un día de principios de 2004, entregué la solicitud de adopción. 3 meses más tarde me llamaron para hacer los cursos. Era un viernes, día de St. Jordi, fiesta grande en Catalunya. Tú, que te convertirías en mi hijo mayor, habías nacido menos de una semana atrás, el domingo anterior, aunque lógicamente, esto no lo sabía.

En la adopción fue todo rodado. Tardé unos días en escoger país, pero cuando lo escogí supe que no podía ser otro. En la obtención del CI no me sentí nada cuestionada, sinó acompañada. Y lo que se me hizo más duro fue la espera, que visto desde ahora no fue tan larga… 2 años y medio desde el inicio de todo, pero que entonces se me hizo eterna.
Un día de julio me llamaron para comunicarme que me habían asignado un niño de 2 años, guapísimo, tremendísimo, y que lloraba en todas las fotos como una magdalena. 6 días más tarde, me fui a buscarte, acompañada del abuelo, mientras dejaba al resto de la familia organizándolo todo: montando la habitación, comprando ropa… por superstición, no había adelantado nada.
Al día siguiente de llegar a Addis, te conocí. Hacía 4 días que un juez te había convertido en mi hijo mayor.
Tenía claro desde el principio que quería más de un hijo; al menos dos. De hecho mi pretensión era adoptar a 2 niños de golpe, pero cuando hice el CI, me dijeron que ni hablar… lo agradecí cuando te conocí y me di cuenta de que necesitabas toda la atención que pudiera darte, y más.
1 año y medio después de tu llegada, presenté la segunda solicitud, para el mismo país. La espera había aumentado, pero no me importaba. Pensé que cuando llegara tu hermano, tu tendrías unos 7 años y yo podría optar a un niño algo mayor, de 3 o 4.

Pero cerraron la posibilidad a las monoparentales de adoptar en ese país y tuve que buscar otro… no había ni de lejos tantas opciones como 3 años antes, y al final me decidí por otro país africano. Un lugar al que podía ir a buscar inmediatamente un niño, y aunque yo habría preferido esperar, después del cierre de un país, no quería arriesgarme a otro… y me fui. Me fui detrás de una pareja amiga que me dijeron que, en el orfanato de su hijo, había un niño de 18 meses listo para ser adoptado. Y así fue como nuestra pequeña familia se convirtió en menos pequeña, cuando otro juez decretó que tú te convirtieras en mi segundo hijo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonito. Si es que la genética es lo de menos.. Pero a algunas personas les cuesta tanto hacer el clic, que acaban perdiendose esto..
Besos.
Susana.

Anónimo dijo...

Muchas gracias,madre de marte por compartirlo
Mariluz

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu testimonio. Es conmovedor, una historia cargada de conciencia, de vida y de mucha felicidad. Esto demuestra que las cosas, si se pelea por ellas, se consiguen.

¡FELICIDADES POR SER MADRE Y POR TU VISIÓN TAN CLARA DE LAS COSAS que ha hecho que consigas tus ilusiones en la vida!

Virkika

PolaCristi dijo...

Hermoso!! el amor simplemente es amor no es cosa de genes :)

Publicar un comentario

 
Diseño © BlogDesign.es